viernes, enero 13, 2006

Cierta ocasión que regresaba a mi casita, después de un largo día de escuela, iba en el metro cansado (durante el primer año de la maestría tuve mucho trabajo) y agobiado por los problemas económicos (se tardaron en pagarme las becas). En una estación subió un hombre, se veía afligido, empezó a hablar en voz alta, describiendo la situación en la que se encontraba, su hija había muerto en un hospital, donde tenía que pagar la deuda y además de los gastos funerarios que tenía que hacer. Por tales motivos se veía en la penosa necesidad de pedir dinero, y para que no dudaran de él, traía el certificado de defunción de su hija.

Yo llevaba muy poco dinero, y con gusto le di lo que traía, solo aparté lo suficiente para los pasajes del día siguiente. Cuando el hombre salio del vagón, la persona que estaba sentada frente a mí, una señora mayor, me dijo – Bendito seas hijo, por creer en las personas. Tengo 5 años conociendo a ese hombre, es mi vecino. – Me quedé helado!!. La señora me dió a entender que el hombre era un farsante. Vaya forma de obtener dinero, yo ni de broma haría eso, cuando quiero faltar a la escuela no me atrevo siquiera a decir que alguno de mis hijos está enfermo. Solo espero que si hay un Dios, no lo castigue quitándole a su hija.


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