El dia de caza
En un pueblo encallado en la sierra, vivía un hombre con su único hijo, la mujer había muerto días después del parto, alguna complicación que las parteras no pudieron solucionar. Jorge se volvió un hombre amargado después de esa experiencia, no se le había visto sonreír desde entonces. Cuidaba a su hijo, se preocupaba por que nada le faltara, pero no tenía muestras de cariño para con él. Quizá lo culpaba por la muerte de su esposa.Luis cumplía 15 años ese día, y como era costumbre en el pueblo, tenía que dar una muestra de su hombría y valor, el padre lo llevaría al monte, a cazar venado. Salieron muy temprano, cada uno llevando una escopetea al hombro. Jorge no decía nada, no era necesario, Luis lo seguía.
Después de una larga caminata, llegaron a un claro en el bosque, donde Jorge había visto algunos venados. Esperaron agazapados cerca de media hora, hasta que vieron acercarse a un gran macho. El animal avanzaba cauteloso, sentía algo en el aire, algo no estaba bien, decidió volver. Jorge le hizo señas a Luis, rodearían al animal.
- Ten cuidado de no confundirme con el venado – dijo Jorge con el ceño fruncido.
- Si apá - contestó Luis, de una forma sumisa.
Ambos se cercaban al animal, cada uno por un costado. Jorge estaba cada vez mas cerca, vio a lo lejos a su hijo y decidió esperar, para que su hijo tuviera oportunidad. El ciervo se había detenido a comer hojas tiernas de unos matorrales. El animal empezó a moverse dentro de los matorrales, Jorge ya no podía verlo, también había perdido de vista a su hijo. El tiempo pasaba y Luis no aparecía.
- De seguro este muchacho se acobardó – pensó Jorge – tendré que matar yo al venado.
Jorge se acercó al matorral, empezó a sudar, recordaba anécdotas de cazadores que habían muerto en las astas de venados. De repente algo salió de entre los matorrales, Jorge disparó sin pensarlo. Se acercó a ver. Observaba detenidamente, no le hallaba forma, el sudor le empañaba la vista.
- ¿Que pasó apá? – Jorge escuchó la voz de Luis a sus espaldas.
- Parece que le pegué a un tronco – contestó Jorge con una sonrisa - ¡vámonos mijo! – dijo Jorge mientras abrazaba a su hijo.
Caminaron abrazados, riendo, platicando, como nunca se les había visto. La gente del pueblo escuchó la algarabía, veían con extraños ojos a Jorge, que parecía estar loco, caminando solo. Luis yacía muerto en el bosque, entre unos matorrales.